miércoles, 18 de mayo de 2011

Carta de Gabriela a Josefina R. Aldecoa.

Buenos días estimada Josefina soy Gabriela, observando el interés que tienes en escribir un libro sobre las historias que nosotros los maestros tenemos, te facilitaré algunos ápices de mi vida, para que te puedan ayudar a la escritura de tu ansiado libro, y que auguro de gran éxito, viendo el interés que le estás poniendo.
Mi historia en particular comienza en el año 1923 en Oviedo cuando termino mis estudios en magisterio. A posteriori tras superar las oposiciones para el ingreso en el cuerpo de maestros, soy trasladada a un pueblo de la sierra para impartir clases en la normal. Sabiendo de la lejanía que este pueblo estaba a mi hogar, decidí quedarme en el a vivir. Tras mi partida y mi gran pesar de separarme de mi madre y mi padre, llego al pueblo en el que me alejan en la casa de un hombre entrañablemente inteligente, tras ciertos días alojada en la casa de don Wenceslao, por inmediación del sacerdote del pueblo y el alcalde, deciden separarme de este hombre, el cual dejó gran mella en mi manera de ser y pensar sobre la vida. Esta separación supuso la vuelta a hacer mudanza con mi humilde y escaso equipaje a casa de la madre de un alumno, María, la cual había quedado viuda del herrero del pueblo. Los días en este pueblo pequeño iban transcurriendo con cierta normalidad, aunque se notaba que el alcalde del pueblo y el cura estaban en desacuerdo con algunas de las propuestas que yo les dejaba caer. No tardó en llegar a mis oídos que mi separación de don Wenceslao fue porque tenían miedo que este hombre y yo uniéramos nuestros intelectos, puesto que si esto fuera así dominaríamos la fuerza de la inteligencia en el pueblo, y ya sabes Josefina que en esta época la inteligencia era un don muy temido por personas incultas que tenían miedo de perder todo el poder que habían amasado en tiempos pasados.
Una de las muchas mañanas de las que yo me dirigía a la escuela, una de las lugareñas me preguntó que tenía que hacer con su bebé, ya que no tomaba leche alguna; pronto llegó mi respuesta a la que no dejaba muy convencida a la madre. Pasaron unos días y comprobé como esta madre, siguiendo mis consejos logró sacar adelante a su bebé, pero tras diferentes sucesos, el bebé murió. Este hecho tuvo que marcar mella en las madres de los niños del pueblo, pues pronto no tardaron en pedirme consejo sobre diferentes temas, los cuales yo respondía sin compromiso y aportándoles mis conocimientos sobre situaciones de diferente tipo. Cansada de contestar a las preguntas en cualquier lugar del pueblo, decidí organizar una escuela de madres. Esta escuela no tuvo la aprobación en el Alcalde del pueblo, pero aun así decidí llevarlas a cabo. Los días transcurrieron con normalidad, con la salvedad que iba llegando a mis oídos que la educación que yo estaba dando a los niños y niñas del colegio era criticada por el pueblo. Fundamentándose en el cambio educativo, mi enseñanza era de lo más rica y diversa posible, garantizando el aprendizaje diario de los niños, pero que se alejaba mucho de los tradicionales métodos de enseñanza que habían venido aplicando los docentes que habían pasado hasta el momento por el pueblo .

Alguna de las tardes las pasaba charlando con don Wenceslao el cual era de mi admiración por la gran cantidad de historias que guardaba en su interior, me estuvo informando sobre su pasado cercano a Guinea la cual le aportó muchas ganancias y emociones. Tras escuchar muchos días las historias de Guinea, me decidí a tomar el paso de ser maestra en Guinea, puesto que todo lo que había escuchado últimamente sobre la educación en ese país marcó mis deseos; el único deseo que marcaba, que no era otro que dar clases a mi manera, sin ser criticado por ninguna persona.

El inicio del curso en Guinea fue un cambio muy drástico para mí y sobre todo para mi familia, la cual no entendía mi partida hacia otro continente. Tras ir en barco, llegué a tierra, donde me encontré a un guía el cual me dijo que me dirigiera a la isla de S. Isabel, cuando llegué a la escuela parecía la típica postal del África que todos recordábamos, puesto que la escuela era una choza, con muchos niños que esbozaban una sonrisa de oreja a oreja, y que sudando por el calor extremo que hacía allí me dieron la bienvenida. Allí lejos de mi casa en la escuela me dediqué a enseñar a los niños en español, pero me daba cuenta que estaba en la más absoluta soledad, un día conocí a Emile, un médico de raza negra, el cual me daba grandes y provechosos consejos sobre la vida en la colonia. Emile fue el que me obligó a ir a vivir en una casa colonial, abandonando mi pequeña habitación en la esuela, la cual no gozaba de todas las comodidades de las que dispondría en la casa colonial. Tras conocer a Emile y pasar tardes charlando con él gran médico de raza negra, el administrador intentó flirtear conmigo, llevándose mi desacuerdo, e incluso llegó a perderme el respeto agrediéndome, gracias a Manuel pude salvar mi vida y huir de la agresión. Pronto me di cuenta del poder de Emile, puesto que él fue el encargado de echar del puesto al administrador. Mis días en la escuela iban desarrollándose con gran normalidad, de manera que los niños con los que me encontré al inicio de curso no eran los mismos que ahora mismo, gracias al interés de algunos de ellos por aprender y mi afán por enseñarles situaciones que les vendrían bien a lo largo de la vida. Un día de calor caí enferma con fiebres muy altas, por lo que decidieron trasladarme a España para tratarme de la mejor manera posible. Me llevaba una gran experiencia, que chocaba con la mala experiencia educativa que tuve en el primer destino al que me llevaron.

Tras recibir los cuidados de mi padre y mi madre en España, retomo mi actividad docente en un pueblo pequeño y pobre, en el cual conoce a Ezequiel, el profesor el pueblo de al lado, los paseos y el interés por compartir experiencias educativas nos llevó a Ezequiel y a mí a tomar matrimonio, tras contar con el consentimiento de nuestros padres, tal fue la repercusión que tuvo nuestra boda que convivimos juntos en una casa del pueblo, en la cual tuvimos que trabajar mucho para que se convirtiese en un hogar acogedor para nosotros. Las clases se desarrollaban con completa normalidad, hasta que llegó el momento en el que me quedé embarazada. Este punto debe suponer para cualquier madre u punto de inflexión en su vida, pero en la mía parece que lo fue mucho más, puesto que fue a partir de este momento cuando en España triunfaron los ideales republicanos. A mí personalmente no me gustaba entrar en temas de política, pero a Ezequiel, mi marido, le encantaban estos temas, e incluso intentaba convencerme de que la educación que daría a República sobre nuestros niños sería mucho más libre y de calidad. Pronto Ezequiel se vio inmerso en un proceso por el cual le convirtieron en líder de las protestas, del pueblo minero de donde el daba clase, en base a la defensa de la República. Juana que es así como se llama mi hija se iba formando en un ambiente adecuado para su crecimiento, pero a mí personalmente me daba miedo el perder a su padre por las repulsas que se escuchaban en contra de los líderes que defendían la República.

Con la llegada Del fascismo este periodo de calma y tranquilidad familiar, llegó a su fin, cuando en el pueblo donde Ezequiel daba clase se alzó en una revolución minera propiamente dicha. Así pues la vida en familia de Ezequiel se fue diluyendo en referencia a tiempos pasados, debido a que se dedicaba más a temas de índole político que a los propiamente educativos. Así pues mi marido acudía a casa a altas horas de la madrugada, con la consiguiente preocupación mía sobre su paradero. Uno de los días en los que salía para comprobar el estado del pueblo donde impartía sus clases, saltó un gran revuelo sobre las minas, las cuales fueron atacadas en lo que se llamó la Revolución de octubre, la cual dio con los huesos de mi marido en la cárcel por defender los ideales contrarios al Régimen Fascista que triunfaría en el momento.
Tras conocer esta ardua noticia me marcho a ver a mis padres en las vacaciones de verano, pero con la mala noticia que no conozco el paradero de mi marido, Josefina no te puedes imaginar la sensación de malestar que corroía mi cuerpo sin saber dónde estaba mi marido y si estaba vivo o muerto. Pasaron unos años, y cuál fue mi sorpresa, la de que tras la puerta se encontraba mi marido que había estado en la cárcel como preso político. No tardaría la República en volver a aparecer, volviendo así el perfil político de mi marido a reflotar, tal fue mi miedo en ese momento que incluso llegué a pensar el final de Ezequiel, el padre de mi hija, el cual no sería otro que el de la muerte por fusilamiento. En ese momento y tras una serie de acontecimientos políticos adversos a la República, mis augurios se hicieron realidad, quedando Ezequiel fusilado. Este momento ha sido el peor de mi vida, junto con la muerte de mi padre por una enfermedad del corazón.

Ezequiel lo dejó todo para conseguir su ansiado fin, incluso renunció a su propia familia, a día de hoy Josefina lo podría comparar con mi vida, la cual se dedicó por completo a la docencia sin que nada ni nadie me importara más que ella, salvo Juana mi hija, la cual sigue mis pasos y estudia actualmente para ser maestra como su madre y su fallecido padre.
Espero que mi aportación te sirva para comprobar como es la vida de una maestra de manera detallada, lógicamente muchos matices de la vida no pueden ser contados de ninguna manera y seguro que quedarán en el tintero aspectos que sería de mucha riqueza de contarte, pero espero que usando tus dotes literarias y tu capacidad para expresar sentimientos e ideas, sirvan para que hagas un libro que refleje la vida de los docentes a lo largo de los periodos en los que más cambios políticos ha habido en España.


Muchísimas gracias por ponerte en contacto conmigo para que te ayudara en tu proceso de realización de un libro.

Esperando ansiosamente tu publicación:


GABRIELA

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